24 de abril de 2009

En memoria de Daniel Gómez‏

El 26 de abril se cumplen cuatro años del fallecimiento de nuestro entrañable amigo y compañero Daniel Gómez, militante constructor de la UnTER y fundador de la CTA en Río Negro.

Quiero recordar algunas palabras que yo mismo dije el día que inauguramos una plaza en Cipolletti que lleva su nombre, en el Barrio Santa Clara, el día del maestro del 2007.

Hablar de Daniel en un homenaje que se hace en Cipolletti, es una gran responsabilidad, sobre todo después de haber sentido en algún momento que a Daniel lo reconocen más en otros lugares de la provincia. No pensado como un reproche, sino como un dolor, como una deuda de los más cotidianos de su vida.

Muchos en diferentes lugares de la provincia y del país también, se sienten “amigos” de Daniel, aunque no compartieron muchas intimidades de su vida, como la mesa familiar, alguna distendida jornada de diversión o siquiera una charla de café, como lo decía en una carta memorable su amigo Airel Gallinger. Sin embargo muchos, sienten que fueron amigos de Daniel porque él supo otorgarles la confianza y una lealtad a prueba de todo, de las realidades más terribles o incluso de las traiciones más inesperadas.

Muchos que lo conocieron en distintas circunstancias, saben que pudieron contar con Daniel aún en las peores condiciones. Por eso ese reconocimiento que parece mayor en lugares lejanos, que crece más todavía cuando los recuerdos se evocan desde la distancia de lo cotidiano. Tal vez los cotidianos, los que compartimos mucho más tiempo de la vida de Daniel, necesitamos evocarlo en una gran cantidad de gestos y actitudes, aunque es inevitable recordar sus frases famosas: “A los conflictos hay que saber cómo entrar, pero también cómo salir”. “Nos debemos a los pibes y a los viejos”.

“No importa lo que hagan los otros, definamos qué vamos a hacer nosotros”. “La lealtad se demuestra no abandonando a ningún compañero en los momentos difíciles”. “Somos militantes de un proyecto político popular, no personal o individual”.

Esa virtud de la honestidad, esa inocente lealtad sin especulaciones, que alguna vez lo llevó a equivocarse, porque del otro lado no tenía a alguien que le correspondiera con la misma candidez, sino con hipocresía. Ese es el sello que me parece que hizo que muchos se sientan “amigos” o sientan el orgullo de haberlo tratado o conocido en algún momento de su vida. Sino resulta inexplicable que lo proclame gente tan diversa, algunos se lo decían a él mismo y apenas recordaba las circunstancias que le relataban como compartidas. Desde sus alumnos en las escuelas y los jugadores de su equipo de fútbol en El Bolsón; alumnas/os, familias y docentes que trabajaron con Daniel, en la escuela 165, que fue creciendo con su sostenida voluntad emprendedora, tan bien acompañada por la gente del Santa Clara, todavía orgullosa de haber hecho con Daniel lo que hicieron juntos en su barrio. También las compañeras de la escuela 283 y por supuesto la gente de la UnTER y de la CTA que compartimos con él varios años de militancia, de luchas muy duras que nos dieron alegrías y amarguras de todo tipo.

La otra virtud para destacar es la firme convicción que Daniel tuvo siempre en sus ideales y en llevar hasta el final las decisiones que tomamos entre todos, esas que decía que era el mandato de los compañeros y las compañeras, que para saberlo había que ir a preguntarles, haciéndoles propuestas y explicando lo que pensábamos a cada momento, pero teniendo el espacio para que decidiéramos entre todos. En esto su frase famosa era la que casi nadie cumple: “La gente cuando te vota, no te firma un cheque en blanco”. Y para él no era una frase. Era un compromiso cotidiano y militante. Es lo que lo motivó a ir a hablar casa por casa, uno por uno, a los maestros y maestras, durante la dictadura para reorganizar la UnTER, ese gremio que había luchado tanto y que había terminado en el 76 con su secretario general, Luis Yenga, secuestrado por los milicos. Es lo mismo que lo motivó a hablar sin miedo y con valentía en la plaza de Mayo, en nombre de la Patagonia, cuando hicimos la multitudinaria Marcha Federal y en tantos actos, marchas, congresos, asambleas, reuniones, en hermosos salones frente al gobierno, en escuelas, en las tomas en el medio del barro, pero contento por estar juntos a los compañeros más queridos por él: los pobres y los excluidos.



Los edificios de la UnTER: Jardines, Predios, Hoteles.

Las cooperativas y la organización de los desocupados en tiempos muy duros de hambre y desocupación. La Capacitación sindical y pedagógica. Los concursos y las titularizaciones para que los trabajadores tengamos estabilidad, aun en tiempos de ajuste y políticas neoliberales feroces. La resistencia a la Ley Federal y a la privatización de la escuela pública. El programa de Salud Laboral. La Paritaria. Todo eso fue inspiración, proyecto y voluntad férrea para construir y realizar, surgida de su enorme convicción militante. Nadie duda que fueron construcciones colectivas, organizadas y conscientes en la Unter y en la CTA, pero que tuvieron en Daniel Gómez a su promotor más claro y consecuente. Desde que se nos fue la memoria de sus convicciones nos ha inspirado, pero también hay que decir que se lo extraña mucho, porque el rumbo se hace bastante incierto y los compromisos y las convicciones parece que no tuvieran la intensidad y claridad que siempre tuvieron en Daniel.

Una vez más, que el abrazo emocionado que nos demos, en el recuerdo del afecto por Daniel y en el ejercicio de la memoria como acto profundamente humano y político, sea al mismo tiempo la reivindicación de su militancia “ por un proyecto” como él decía, como compromiso de nuestras propias convicciones de lucha por el mismo proyecto, que no tiene otro objetivo que la felicidad de los trabajadores y el pueblo, en un mundo donde los únicos privilegiados sean los niños, en donde la justicia social esté por encima de cualquier interés individual.

Héctor Luis Giannini. DNI 13092626.

Buenos Aires 1580. Cipolletti.