14 de septiembre de 2008

Call*j*r*s

Es el nombre de la banda de la discordia, la de "República Cro-Magnon", la de la tragedia....

Posteamos aquí un interesante artículo subido a un blog de música y de comentarios inteligentes. Como para acercarnos desde otro punto de vista:


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23 agosto 2008 | 

Callej*ros, o la historia del mago del casamiento

Hace mucho tiempo (1994), en una galaxia muy lejana (Villa Celina), había una vez unos pibes que hacían covers de Creedence y se hacían llamar Río Verde. Algunos de los integrantes de ese grupo formarían parte de la génesis de Callej*ros tres años más tarde, en 1997.
La banda empezó a hacer sus primeras armas por Ciudad Evita, Villa Madero, Aldo Bonzi y Laferrere. A fines de ese año llegaron a Capital: tuvieron su bautismo de fuego junto a otras seis bandas de rock barrial, en un festival realizado por Omar Chabán en Cemento.
A fuerza de tocar mucho y editar un par de demos, la banda fue haciéndose de una base de público cada vez más grande. Dos años más tarde volvieron a Cemento, pero como soporte de Los Ratones Paranoicos. Por esa época, también Viejas Locas los invitó a abrir sus multitudinarios shows.
En 2001 dejaron atrás los demos y editaron su primer disco. Al año siguiente tocaron nuevamente en Cemento, pero esta vez como cabezas de cartel. Convocaron más de 800 personas. Un año más tarde tocaron en el microestadio de Atlanta y llevaron más del doble de gente, 2000 personas.
Hasta acá es una historia que hemos leído mil veces, la de los pibes de barrio que se juntan en una sala de ensayo y caminan los transitados circuitos rockeros hasta llegar a la fama. Pero éste es el momento en que la cosa se empieza a complicar.

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En enero de 2004 Callej*ros se presentó en el Cosquín Rock. Un integrante del público aseguró haber visto cómo un músico repartía bengalas antes de la presentación de la banda. Aparentemente esto se debía a que la banda alentaba a sus seguidores para que se midan en una suerte de "competencia del aguante" contra La 25.
En abril de ese año, la banda inauguró República Cromañón. En una crónica del show pudo leerse que “entre tema y tema, y bengala y bengala, se hacía imposible una respiración digna, nada distinto a otros recitales de esta magnitud”. Un mes más tarde, durante un show de Motor Loco y Jóvenes Pordioseros también en Cromañón, la media sombra del lugar se prendió fuego debido al uso de pirotecnia. La gente salió a la calle, los de seguridad sofocaron el principio de incendio y el show siguió como si nada hubiese pasado.
En agosto Callej*ros realizó dos shows en Obras Sanitarias. Allí, inspectores del GCBA labraron un acta de infracción debido a que se prendieron más de 100 bengalas dentro del estadio. “Los elementos pirotécnicos en su gran mayoría no pasan por los controles, sino que son suministrados por allegados o por terceros relacionados con el espectáculo”, se señaló en el acta.
En diciembre, la banda se presentó en el estadio de Excursionistas ante 15.000 personas. En declaraciones periodísticas, uno de los integrantes de El Fondo No Fisura, uno de los grupos de seguidores de la banda más radicalizados, afirmó que “dos días antes del show en Obras arreglamos personalmente con el manager qué medidas de bengalas podíamos llevar”. El día del recital se labraron ocho actas por contravenciones relacionadas con pirotecnia.
Lo que pasó el 30 de diciembre en Cromañón no lo vamos a repetir acá porque -lamentablemente- ya todos lo saben. Pero no está de más contextualizarlo con un par de citas:

- “Nosotros no queríamos ir a Obras porque no nos gustaban un par de cosas. La organización del lugar es distinta a la nuestra. Nosotros queremos que la gente se divierta y no echamos a trompadas a un pibe porque prende una bengala como hacen ahí. Los shows los damos para los chicos, no para nosotros, así que vamos a buscarle la vuelta para que se puedan divertir.” – Patricio Santos Font*net (fuente: revista Si se calla el cantor)

- “Todo lo que pasa en un show me encanta, inclusive el tema de las bengalas, que me mata porque en cierto punto no puedo respirar y menos cantar. Nuestra gente lleva todo tipo de pirotecnia.” – Patricio Santos Font*net (fuente: sitio web El Acople)

- “Cromañón fue también responsabilidad del público. Si vos te presentás como músico, tu responsabilidad es tocar. Yo cumplí mi responsabilidad, subí y toqué. El público también tuvo su responsabilidad en esta tragedia. Cada uno se tendría que hacer cargo de lo que le corresponde.” – Juan Carbone, saxofonista de Callej*ros (fuente: diario La Capital de Rosario)

- “Cada músico, promotor, periodista e integrante del público sabía que esto iba a pasar. Es una vergüenza que, hoy, todos condenen lo que aprobaron y defendieron durante años.” – Diego Angeli, periodista (fuente: revista Rolling Stone)

- "El hecho de que en un local cerrado un grupo de descerebrados encienda bengalas habla a las claras de una crisis de valores que está más allá de la supervisión de un funcionario público." - (fuente: editorial del diario El País de Montevideo)

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Con el hecho consumado, la postura de Callej*ros fue clara desde un principio: ellos sonel mago del casamiento. Llegan, tocan y se van. Con el resto no tienen nada que ver, ni quieren tener que ver, ni nunca tuvieron que ver. Y así ad infimitum.
La demostración por el absurdo de que no sabían nada, no organizaban nada, no tenían responsabilidad sobre nada, y un largo etcétera, es que sus propias familias los estaban acompañando el día que pasó lo que pasó. Pues veamos: si alguien mata a un familiar, con o sin intención, el homicidio está agravado por el vínculo, no atenuado. Que hayan llevado a madres, tías, hermanas y novias a la serie de recitales de diciembre de 2004 no prueba la "inocencia" de la banda: más bien expone el extremo de su irresponsabilidad ante todo aquel que quiera verla.
No es serio echarle siempre la culpa al otro, y menos al Estado, que en realidad es el "no-otro" por antonomasia. Responsabilizar al Estado sin mirar para adentro es tan facilista como putear al árbitro de un partido de fútbol: nadie lo va a defender, ni por convicción ni de oficio. Es una figura cuya función en este tipo de casos es servir como chivo expiatorio para que algunos sacien su sed de venganza y que, pasado el momento de furia, nada cambie. En resumen: agarrársela con el Estado es jugar el juego que más le conviene al propio Estado.
Prender una bengala en un lugar cerrado, o alentar, tolerar y hacer la vista gorda ante esa conducta no es un derecho. Está más bien cerca de lo delictivo. Ese tipo de accionar peligroso y suicida bien podría interpretarse como síntoma de carencias mucho más graves y profundas. ¿Del Estado nacional y municipal? Posiblemente. Pero también y de manera más notoria del entorno familiar y social.
El discurso de algunos padres de víctimas y sobrevivientes hace hincapié en que sus hijos simplemente estaban ejerciendo su "derecho a la alegría", a "divertirse" y que en medio de su algarabía juvenil llegó un Estado malo-malo-malo y los mató.
Pero si preferimos desechar esa explicación, que de tan pueril no causa ni indignación, y abordamos el asunto desde una óptica adulta y no impostadamente adolescente, podríamos pensar otra cosa. Por ejemplo, que algunos de los sobrevivientes forman parte de un pacto de silencio para proteger a los que tiraron las bengalas. ¿Es creíble que ninguno de los que estuvieron allí esa noche pueda aportar un simple dato para identificar a los que arrojaban pirotecnia?
Sobre el tema, una ex empleada de Cemento aseguró que "las bengalas son ingresadas, por lo general, por los invitados especiales, dado que en los lugares VIP no se hace el cacheo. En República Cromañón las bengalas llegaron del primer piso. Muchas veces los invitados las ingresan a pedido de los más fanáticos de los grupos de rock y después se las entregan a los chicos”.
En diciembre de 2006, un testigo había declarado ante la justicia que "la mamá de Pato (por Font*net) era la que les pasaba las bengalas a los chicos". A las pocas semanas encontró una amenaza en su contestador telefónico. “Dejá de hablar en contra de Callej*ros”. Poco tiempo más tarde, un auto lo interceptó cerca de su casa. Bajaron dos jóvenes y le robaron plata y el celular, además de golpearlo. Antes de dejarlo ir, le repitieron la misma frase que le habían dejado en el contestador de su casa. Hace unos meses, la banda intentó descalificar a este mismo testigo acusándolo de falso testimonio. La justicia lo sobreseyó y advirtió que "no existen elementos de prueba cuya contundencia quite credibilidad al testigo, cuyo relato resulta conducente con aquellas circunstancias descriptas por los inspectores". La elocuencia del caso describe lo que sucede cuando se intenta tapar el sol con el dedo.
El paradójico status quo post-Cromañón indica que Callej*ros pudo volver a grabar (ya dos discos) y volver a tocar (un puñado de veces desde mediados de 2006), mientras que a las cientos de bandas chicas que recién empiezan y no convocan más de 100 personas se les hace prácticamente imposible cumplir con los barrocos requisitos que el estado de la ciudad exige actualmente. Por este motivo, los lugares que albergaban shows de rock a pequeña escala prácticamente han desaparecido.
Ah, y el martes pasado empezó el juicio. Si me preguntan, tiene toda la pinta de ser una farsa que no servirá para nada, pero igual imagino que lo tienen que hacer para crucificar a alguien (Chabán tiene todos los boletos). Y miren qué pintoresco lo que declaró el bueno de Carbone, el saxofonista, ayer. Le preguntaron a qué se dedicaba antes de entrar a la banda y afirmó que era herrero, pero tuvo que dejar de trabajar de ello porque era "peligroso por las chispitas".

Si no hubiera 200 muertos casi que era para reirse, ¿no?